Nos paramos hoy en un par de observaciones del CAMINO DE CRISTO.
De los cinco misterios que se rezan en el culto católico los lunes y sábados, recordando la parte del Nuevo Testamento donde se menciona el anunciamiento a María, nacimiento y otros sucesos significativos de la niñez de Jesús, vamos a destacar brevemente la lectura de los dos últimos, por ser los menos escudriñados, o así me lo parece. Y por ello propondremos dos simple explicaciones que les valdrán a aquellos que pongan intenciones en cada rezo de estos misterios.
Lo primero que tenemos que decir es que podemos disfrutar de un privilegio que no tuvieron los antiguos cristianos o seguidores del Dios de Abraham y es que nosotros si podemos estudiar las Palabras del Hijo de Dios y ellos habrían dado su vida por ello (Mateo 13,17).
Se trata de:
4º Misterio: LA
PRESENTACIÓN DE JESÚS AL TEMPLO
Evangelio según San Lucas
(Lc 2,22-35).
"Cuando se cumplieron los días de la purificación
prescrita por la ley de Moisés, llevaron al niño a Jerusalén para presentarlo
al Señor, como prescribe la ley del Señor: Todo primogénito varón será
consagrado al Señor. Ofrecieron también en sacrificio, como dice la ley del
Señor, un par de tórtolas o dos pichones.
Había en Jerusalén un hombre llamado Simeón, varón
justo y piadoso, que esperaba el consuelo de Israel. El Espíritu Santo estaba
en él y le había revelado que no moriría antes de ver al Mesías enviado por el
Señor. Vino, pues, al templo, movido por el Espíritu y, cuando sus padres
entraban con el niño Jesús para cumplir lo que mandaba la ley, Simeón lo tomó
en sus brazos y bendijo a Dios diciendo:
“Ahora, Señor, según tu promesa, puedes dejar que
tu siervo muera en paz. Mis ojos han visto a tu Salvador, a quien has
presentado ante todos los pueblos, como luz para iluminar a las naciones y
gloria de tu pueblo Israel”."
Propongo la siguiente intención:
Imitar a María, que ya cumplía
con las costumbres y preceptos de su Iglesia, apoyándola, acrecentándola y sometiéndose
al orden de las cosas del Señor, y eso que siendo La Madre, es mayor que
la propia Iglesia.
Y para ir al Templo como lo hacía Simeón;
no solo por cumplir, sino movidos por el Espíritu Santo; con paciencia; esperanza; y encontrando el consuelo
en las promesas del Señor, (que hoy se revelan en los Evangelios). Imitemos
esa esperanza viva, para poder ver al Señor, como lo pudo ver Simeón.
5º
Misterio: JESÚS, PERDIDO Y HALLADO EN EL
TEMPLO
Evangelio según San Lucas
(Lc 2,41-52).
"Los padres de Jesús iban cada año a Jerusalén por la
fiesta de la Pascua. Cuando el niño cumplió doce años, subieron a celebrar la
fiesta, según la costumbre. Terminada la fiesta, cuando regresaban, el niño
Jesús se quedó en Jerusalen, sin
saberlo sus padres. Estos creían que iba en la
comitiva, y al terminar la primera jornada lo buscaron entre los parientes y
conocidos. Al no hallarlo, volvieron a Jerusalén en su busca.
Al cabo de tres días, lo encontraron en el templo
sentado en medio de los doctores, escuchándolos y haciéndoles preguntas. Todos
los que lo oían estaban sorprendidos de su inteligencia y de sus respuestas. Al
verlo, se quedaron perplejos y su madre le dijo: "Hijo, ¿por qué has hecho
esto? Tu padre y yo te hemos buscado angustiados. Él les contestó: "¿Por qué me buscaban?
¿No sabían que yo he de ocuparme de los asuntos de mi Padre?".
Pero ellos no comprendieron lo que les decía. Bajó
con ellos a Nazaret, donde vivió bajo su tutela obedeciéndoles. Su madre
guardaba todos estos recuerdos en su corazón. Y Jesús iba creciendo en
sabiduría, en estatura y en aprecio, ante Dios y ante los hombres."
Intención
Propuesta:
Que pongamos atención en nuestros quehaceres diarios,
para no perder de vista al Señor. Por que cuando nos salimos de SU PRESENCIA, los que nos perdemos somos nosotros, no Él.
Y que en los momentos en los que nos separamos de Él, regresemos al lugar donde El siempre está esperándonos, PRESENTE; que es el Templo; bien físico o bien del corazón; pues en ambos está el Sagrario.
Y que en los momentos en los que nos separamos de Él, regresemos al lugar donde El siempre está esperándonos, PRESENTE; que es el Templo; bien físico o bien del corazón; pues en ambos está el Sagrario.
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